ecosistemas de europa

Un entrañable, ameno y excitante recorrido por los grandes biomas o ecosistemas del continente europeo.

Disfrute de Europa mediante la información profunda y veraz del gran reportaje, junto con las imágenes más bellas y expresivas. Descubra con nosotros los secretos de su fauna, flora y ecología.


La tundra

  Latitudinalmente por encima del bosque frío de coníferas o taiga, y hasta el límite donde comienza el gélido casquete polar, se extiende un ecosistema inhóspito y desolado. Se trata de la tundra, una inmensa llanura helada que sólo se libera del hielo y de la nieve durante, como máximo, unos tres meses al año. En ese efímero verano, desaparecido el manto invernal, la tundra se cubre por completo de líquenes, musgos, plantas herbáceas y pequeños arbustos generalmente rastreros.

  La tundra ocupa amplios territorios de Alaska, el norte de Canadá, el sur de Groenlandia y la región norteña más próxima a la costa ártica de Europa y Siberia. En el hemisferio sur la tundra sólo está presente en un reducido número de áreas: en el extremo sur de Chile y Argentina; en algunas islas subantárticas; y en pequeñas zonas, siempre próximas al mar, del norte de la Antártida.

  

  Debido a la proximidad al círculo polar el clima predominante en la región de la tundra es muy desfavorable para la vegetación y extremadamente duro para la fauna. Durante al menos ocho o nueve meses al año este bioma es un páramo yermo, sepultado por completo bajo un níveo manto. En invierno la temperatura media oscila entre 25 y 30 grados bajo cero. El verano es muy corto y fresco, con una temperatura entre 0 y 10 grados centígrados. No obstante la franja de tundra situada cerca de la costa goza de una temperatura algo más benigna, debido al notable efecto acumulador de calor que ejerce la extensa masa de agua oceánica.

  En el peculiar verano, que sólo dura dos o tres meses, la capa de hielo superficial se funde y grandes extensiones de la tundra se convierten en zonas pantanosas y turberas, pues el subsuelo sí permanece helado durante todo el año e impide que el agua líquida se infiltre hacia el estrato más profundo del suelo.

  Otra asombrosa particularidad climática de la tundra es el escaso volumen de precipitaciones que recibe. La cantidad media anual de lluvia oscila entre los 200 mm y los 300 mm; unas cifras propias de las regiones más áridas del sur de Europa o de las semidesérticas del norte de África. Ahora bien, como el cielo está permanentemente cubierto de nubes y la temperatura es muy baja, la evaporación es mínima y por consiguiente la humedad ambiental resulta muy elevada. Por otra parte, en la tundra también soplan con frecuencia vientos fuertes y violentos.

  Las extremadas y rigurosas condiciones climáticas provocan que los escasos seres vivos que habitan en la tundra, para sobrevivir, deban adoptar notables modificaciones morfológicas, emprender largas rutas migratorias, o alterar el calendario reproductivo habitual.

Foto: Jerzy Strzelecki
Foto: Jerzy Strzelecki

Las dos características principales del bioma de la tundra son: la presencia en el subsuelo, permanente durante todo el año, de una capa helada que se denomina permafrost; y la ausencia absoluta de árboles.

  El permafrost es consecuencia de la falta de calor, escaso incluso durante el verano. Los rayos solares en esta región del planeta inciden de forma muy oblicua y no logran calentar el suelo. Por otra parte hay un notable desequilibrio en el fotoperiodo, pues tras casi seis meses de noche continua se producen otros seis meses de día perpetuo, aunque con temperaturas no lo suficientemente altas como para deshacer el sólido permafrost.

  Los árboles no pueden crecer en la tundra como consecuencia de la brevedad del verano, el clima excesivamente frío, y la capa impermeable que forma el permafrost en el subsuelo.

  

  Durante el largo y oscuro invierno la vida en la tundra es escasa y muy poco visible. En superficie sólo corretean algunos depredadores como el intrépido zorro ártico y el impresionante oso blanco. Entre las aves cazadoras destacan en el grisáceo cielo de la tundra el búho nival y el halcón gerifalte. Los mamíferos fitófagos de gran tamaño, como el reno y el buey almizclero viven en manadas y suelen pasar el inverno en las zonas de la tundra situadas más al sur. La liebre ártica y el lemmings sobreviven con dificultad cobijándose bajo la nieve.

  Pero al llegar el precario verano se produce una increíble explosión de vida animal y vegetal. Proliferan millones de insectos y las áreas encharcadas se convierten en un excelente refugio para cientos de miles de aves viajeras, como las anátidas y limícolas que, procedentes del centro y sur de Europa, emplean este fugaz paraíso para nidificar.

  Todas estas especies animales interactúan entre sí creando un espectacular entramado ecológico cuyo funcionamiento completo se desvela en detalle en el artículo La Tundra del número 0 de la revista Historias Naturales.