Desde la desaparición del célebre Jacques-Yves Cousteau, nadie ha sido capaz de ilusionarnos con tanta intensidad al describir y documentar la excepcional belleza del mundo submarino. El insigne oceanógrafo dejó un vacío irremplazable.
Desde esta modesta sección, y en la medida de nuestras posibilidades, trataremos de paliar -aunque sea minimamente- esa notable carencia divulgando los conocimientos más relevantes sobre fauna, flora y ecología.
Desde las gélidas y límpidas aguas polares hasta los cálidos y coloreados mares tropicales, tanto en las aguas profundas como cerca de la costa, componen el amplísimo hábitat del animal más inteligente del planeta. La asombrosa destreza submarina, las seductoras costumbres sociales, el notable desarrollo de sus facultades mentales, y sobre todo la afectuosa familiaridad que demuestra en el trato con el ser humano, convierten al delfín oceánico en la criatura más admirable y apreciada.
Desde hace siglos los delfines ejercen una atracción irresistible sobre el hombre; una fascinación compartida, porque también parecen experimentarla ellos con el contacto humano. Pese a desplegar su actividad vital en hábitats tan dispares, el hombre y el delfín se sienten especialmente ligados, cómodos en la proximidad física y mental.
Los delfines oceánicos son un extenso grupo zoológico compuesto por unas 35 especies diferentes, mostrando una cierta variedad de formas y tamaños.
Lo más característico de su anatomía es la cabeza de gran tamaño, que aloja un voluminoso cerebro dotado de una corteza cerebral considerablemente desarrollada. De la parte anterior de la cabeza nace un hocico alargado, más o menos prolongado según las distintas especies. El excelente perfil hidrodinámico de su cuerpo, plenamente adaptado a la natación veloz y eficaz, le permite lograr una alta velocidad dentro del agua. La poderosa aleta caudal se encarga de imprimir la propulsión, mientras que las pectorales se emplean para controlar y dirigir la trayectoria.
La piel del delfín es un órgano prodigioso que interviene de modo activo en la consecución de una elevada velocidad de desplazamiento. Su epidermis es lisa y elástica. Cuando el animal adquiere un determinado umbral de celeridad, la piel se deforma para absorber las turbulencias del agua generadas por el movimiento. Todo ello contribuye a que el delfín alcance hasta 45 km/h de velocidad, un verdadero récord en el denso mundo submarino.
Todos los órganos sensoriales, salvo el del olfato, son excelentes. La visión es muy buena tanto dentro como fuera del agua. El oído es un órgano particularmente importante en la vida del delfín, pues participa en el funcionamiento del sistema de ecolocación; el cual le permite detectar e identificar los objetos y los seres vivos que le rodean, y desplazarse con seguridad, incluso en plena oscuridad.
La capacidad de aprendizaje y la habilidad para captar e interpretar las diversas informaciones que recibe resultan portentosas, y quizás también inquietantes. El lenguaje comunicativo de los delfines, como el del ser humano es fundamentalmente sonoro y visual.
Durante el periodo de celo los machos emiten canciones para tratar de seducir a las hembras, a semejanza de las frases galantes o los versos poéticos que emplean los humanos. Los delfines también utilizan sonidos particulares para alertar al resto del grupo de la proximidad de un peligro, especificando el tipo de amenaza de que se trata y la distancia a la que se encuentra.
La hembra del delfín canta a su cría durante la fase de gestación y tras el nacimiento; y lo hace con unos silbidos característicos y exclusivos. La finalidad de este conmovedor comportamiento no es otro que el de establecer un estrecho vínculo afectivo entre la madre y el hijo; y también que el pequeño, al nacer, sea capaz de reconocer la voz entrañable de su madre entre los numerosos miembros del grupo social. Es exactamente la misma pauta que siguen las madres humanas al hablar a sus bebés, antes y después del parto.
Las capacidades mentales y las habilidades comunicativas de los delfines jamás dejarán de sorprendernos. El lenguaje de estos seres dispone de un vocabulario extenso que les permite mantener conversaciones fluidas, trasmitiendo un significativo volumen de ideas y conceptos, en tiempo pasado, presente y futuro. Los delfines entienden perfectamente que el orden de las palabras en una frase puede alterar el significado de la oración.
El delfín oceánico es un animal extremadamente sociable que vive y se desplaza en grupos más o menos numerosos según la especie y la abundancia del alimento. Los lazos sociales en el interior de estas manadas son de índole tan profunda e intensa que los individuos enfermos o heridos reciben múltiples atenciones y cuidados hasta que se reestablecen.
Descubra en el número 0 de la revista Historias Naturales todos los insólitos secretos del lenguaje de los delfines, así como las más sorprendentes facultades mentales de estos simpáticos habitantes submarinos.